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-ENTREVISTA A ALBERTO KALACH
Usted ha afirmado que el paraíso es un jardín. Tomando en cuenta los eventos del siglo XX, donde la arquitectura -cual polo opuesto- queda entonces en calidad de infierno, ¿en qué términos queda su arquitectura en el siglo XXI?
La arquitectura es una imposición, la arquitectura es un invento. Hacer un puente o construir un domo o una catedral es una imposición, es un invento. Sin embargo, está inmersa en un paisaje natural, o la ciudades por muy extensas que sean están situadas en una topografía natural, en una cuenca, una ladera. Entonces, aunque tenemos la arquitectura como un capricho, finalmente está vinculada al lugar, al territorio y bueno, dependiendo de la sensibilidad de cada quién se vincula más o menos con su entorno.
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Hay urbanistas que afirman que el verdadero reto en cuanto a problemas urbanos se encuentra en la Ciudad de México. Me he dado cuenta que usted es de los que busca soluciones, que interviene en la ciudad, ¿a qué se debe esa iniciativa propia en cuanto a intervención en problemas urbanos? No cualquier arquitecto lo hace
Bueno, a mí me interesa la Ciudad de México porque vivo en la Ciudad de México, y como vives ahí pues te das cuenta de problemas, si se te ocurre alguna solución pues… Es como vivir en una casa y cada que pasas por la sala dices: “Oye, pero qué tal si ese sillón lo muevo a aquél rincón porque ahí estorba”. Y al día siguiente pasas y dices: “Debería mover el sillón porque ahí estorba”, y un día agarras, lo empujas y lo mueves. Yo creo que es lo mismo con la ciudad, la ciudad es una extensión de tu casa, es tu casa, también es tu casa.
Por ejemplo ahorita cada que salgo de mi casa hay un nudo de tráfico que se resuelve muy fácil, si cambiamos los sentidos de estas dos calles el problema se resuelve. Entonces, si se te ocurre cómo resolverlo, ¿por qué no lo proponemos? Y un poco ha sido así con la ciudad, la ciudad que vives y recorres, si entiendes sus problemas, si entiendes su dinámica pues puedes hacer propuestas para la ciudad.
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En 2005 Miquel Adriá realizó un libro sobre su obra más reciente, donde afirma que usted es un hombre capaz de abordar distintas escalas de proyectos con la actitud ingenua e insolente de quien siempre empieza de cero. ¿Qué se siente tener una publicación en solitario y en manos de un reconocido colega y crítico catalán?
Bueno respecto a qué se siente… No, no siento nada.
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¿No?
No
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¿No hay ningún tipo de alimento al ego?
No, porque yo me he dedicado a apagar el ego. Quizás por… no sé, porque… Yo digo que no hay que pensar en uno mismo, porque eso distrae. Verse en el espejo distrae, hay que ver lo demás. Bueno pero, ¿qué clase de entrevista es ésta?
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Es por el siguiente tema: el proyecto de la Biblioteca José Vasconcelos, que de alguna manera lo ha dado a conocer en el mundo y ha desencadenado una serie de polémicas de tinte político y cultural. ¿De qué manera ha manejado esta situación? Porque tal vez fue una manera de intervenir muy inocente, de decir: “Yo voy a concursar porque tengo tiempo, porque en este momento mi despacho no tiene mucho trabajo”, pero resulta que ganó y ahora se dice que es un proyecto de sexenio.
Bueno, pues es un proyecto... El tema de la biblioteca siempre me ha interesado, me parece uno de esos temas clásicos de la arquitectura. Eh… y bueno ha sido una buena experiencia pero… ¿cuál era la pregunta?
¿De qué manera ha manejado la polémica que le menciono, de este proyecto, que lo inauguró Fox y ni siquiera estaba terminado?, y aparte ¿cómo es que gastan en una megabiblioteca si la gente no lee?, y esta situación de restarle dinero a otros proyectos culturales sólo para construir un edificio emblemático…
Bueno, lo que pasa es que toda esa polémica es por un lado ajena a mí y es ajena a la arquitectura. A mí me interesa, desde luego… Me parece un poco absurdo, ¿no? Siempre una biblioteca es bienvenida, siempre que se invierta en un proyecto de esa naturaleza me parece bien. Si es una biblioteca grande o es una biblioteca pequeña… Yo creo que siempre es bien justificado hacer una biblioteca. Si la inauguran antes o después, eso es ajeno a mí, eh… Vamos, son discusiones totalmente alejadas de nuestro quehacer, ¿no?, de la arquitectura. Lo único que me preocupaba es hacerlo lo mejor posible, que la gente lo goce, que sean espacios memorables para la gente y es muy reconfortante ver que hay miles de gentes al día disfrutando de la biblioteca y se la pasan bien, los bibliotecarios se la pasan a todo dar, los veo, he platicado con ellos. El director de la biblioteca piensa que la biblioteca funciona sensacional, entonces… ésas son las opiniones que a mí me interesan, si la inauguró o no el Presidente, si la inauguraron antes o después, si la oposición política piensa que se deberían haber hecho cárceles en vez de bibliotecas o estaciones de autobuses…
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Pero de alguna manera los nuevos espacios arquitectónicos generan actividades nuevas, ¿no? En este caso, ¿una biblioteca estará generando nuevos o más lectores?
Bueno, mira, por lo pronto… es una biblioteca muy grande, es una biblioteca que pretende abarcar gran público pero… en primer instancia es una biblioteca de barrio y todo el que no puede hacer la tarea en su casa porque no tiene una mesa o no tiene un espacio, camina unas cuadras y llega ahí. Y creo que la biblioteca va más allá, jala mucha gente, es un buen espacio, tiene buenos muebles, tiene buenas computadoras. La gente se siente a gusto, yo creo que es importante.
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Entonces la arquitectura sí podría propiciar el consumo de literatura, de arte…
Bueno, siendo ésta una biblioteca, tú entras y simplemente lo primero que te invita es a recorrer el espacio, a subir y a subir a los libreros, porque los ves ahí y quieres subir a ellos, y una vez que estás en el librero no puedes no agarrar un libro, tienes que forzosamente agarrar un libro, aunque no lo leas, lo vas a agarrar, lo sacas, lo ves y lo vuelves a meter a su sitio: ya haces contacto con el libro. Y habrá alguien que accidentalmente vea un título diferente y lo hojee, es decir yo creo que la biblioteca propicia un acercamiento con los libros naturalmente. Obviamente las computadoras siempre están llenas y los libreros no tanto pero… pero es un primer paso para acercar a la gente con los libros.
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Hay quienes han diagnosticado, tanto en universidades como en el gremio de arquitectos, un padecimiento llamado “concursitis”, donde más allá de que los participantes resuelvan un problema de diseño el concursante sólo trata de agradar al jurado para obtener reconocimiento. ¿Cuál es su postura sobre esto?
A mí los concursos me parecen positivos simplemente porque ponen a pensar a muchos arquitectos o los estudiantes, a mucha gente la ponen a reflexionar sobre un problema y a mí eso me parece positivo y me parece emocionante. Que hayan de repente mil gentes pensando un problema a la vez y proponer soluciones, me parece que hay ahí una fuerza de trabajo intelectual importante. Eso para mí es lo que más puede destacar porque hay cien, mil, un grupo de gentes tratando de aportar ideas en torno a un problema.
Ahora si… cada quien tendrá sus estrategias para ganar un concurso, si deseas agradar al jurado o resolver el problema o las dos: resolver el problema y hacerle un guiño al jurado, porque finalmente el jurado es el que decide. Pero a mí el concurso me parece una forma válida de hacer arquitectura, además los proyectos como resultado del concurso son diferentes a los proyectos por asignación directa. Cuando hay una asignación directa, el arquitecto inmediatamente empieza a trabajar con el cliente, y cuando es un concurso el equipo de arquitectos trata de apantallar al jurado o de resaltar su idea. Entontes tienden a ser más… yo creo que los proyectos resultados de un concurso tienden a ser más lanzados, más arriesgados, porque tienen que llamar la atención del jurado; en una revisión muy rápida, tienen que saltar a la vista del jurado, entonces tienden a ser más exagerados.
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¿Le gusta la exageración?
No, no me gusta, pero cuando es necesario… Por ejemplo, concursos como la Ópera de Sydney, que fue un concurso, es una idea exagerada, probablemente si a Utzon lo hubieran contratado por asignación directa no hubiera hecho eso, hubiera hecho algo más moderado, con una comunicación con el cliente, con los técnicos. Pero en el concurso no es así, en el concurso hay que llamar la atención sobre cien, doscientos, seiscientos proyectos. Y esa es la naturaleza de los concursos.
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¿A qué arquitectos contemporáneos admira Alberto Kalach?
Uhhh, a muchos, la lista sería muy larga. Pero… te podría mencionar más que a los que admiro, a los que admiro y quiero porque los tengo cerca y bueno, está Teodoro González de León, José María Buendía, un arquitecto y maestro, pero sabes, a mí… De niño tenía colores favoritos, números favoritos… ya no, ahora he abierto mi abanico de gente que admiro y la verdad es que admiro a todo el que hace su trabajo con vocación y eso para mí es admirable, la gente que cree en sus cosas porque cree en lo que hace, entonces la lista se vuelve larga.
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Octubre 2006
TOMADO DE:
BABEL EN PROSA
http://rafaelvillegas.typepad.com/babel/2007/03/la_arquitectura.html